El Gran Chaco es una región de bosques bajos, semiárida y escabrosa, que se extiende 647.497,02 kilómetros cuadrados por Argentina, Bolivia y Paraguay; un área casi del tamaño del estado de Texas de los Estados Unidos.
En Paraguay, el Chaco cubre la mitad norte del país. Estas zonas interiores albergan algunas de las temperaturas más altas y las condiciones de vida más adversas en Sudamérica. A pesar de este contexto intimidante, el Chaco es un punto cultural y es el hogar tradicional de más de 25 grupos indígenas. Estos grupos buscan mantener sus comunidades y sus identidades culturales, pero en años recientes han enfrentado los desafíos abrumadores que suponen la minería y la deforestación a gran escala que son consecuencia de la expansión rápida de la ganadería, la agricultura y otras actividades económicas.
Muchos de nosotros, quienes hemos trabajado en el Chaco, hemos comprado durante años las hermosas artesanías que allí se producen; casi cada rincón y rendija de mi oficina está lleno de ellas. En uno de mis muchos viajes a Filadelfia, en el Chaco de Paraguay, asistí a la inauguración del Centro de Artesanías del Chaco, un gran edificio lleno de manualidades de artesanos de todo el Chaco. Allí comencé a hacer lo que mejor hago: ¡comprar artesanías! Pero, luego de un tiempo, resultó evidente que estos pequeños gestos de solidaridad para apoyar a los artesanos no eran suficientes. Los artesanos indígenas querían desarrollar plenamente el potencial del Centro y avanzar con la producción y el mercadeo de las artesanías, junto con socios del sector público y privado, que podían ayudar a que eso ocurriera.
Esta fue la chispa que propició un proyecto de la Fundación Interamericana (IAF) y lo que llevó a que la organización para la cual trabajo, la Asociación para el Desarrollo Sustentable Mingarã, se convirtiera en un donatario de la Fundación Interamericana. Mingarã suministra capacitación y asistencia técnica a ocho organizaciones de artesanos indígenas en el Chaco para mejorar la producción y comercialización artesanal, a fin de generar ingresos, promover la concienciación pública y el reconocimiento del patrimonio indígena de Paraguay, así como crear oportunidades para el crecimiento del turismo.
Además, Mingarã facilita el diálogo entre artesanos y varios grupos étnicos, organizaciones de la sociedad civil y el sector público sobre la mejor manera de valorar y promover la artesanía tradicional de las comunidades indígenas, para el desarrollo sostenible y el mejoramiento de sus condiciónes de vida.
El proyecto de la IAF tuvo una influencia decisiva durante sus dos años. Ha beneficiado a aproximadamente a 300 personas de manera directa y a otras 1.500 de manera indirecta. El proyecto impartió capacitación básica a los artesanos, sobre todo a las mujeres, y los ayudó a incrementar sus ingresos. También, aumentó la visibilidad y el potencial del Centro de Artesanías del Chaco. Actualmente, el Centro no es solo una atracción turística y un lugar para comprar artesanías, sino también un punto central para el intercambio y la cooperación cultural entre grupos indígenas y entidades públicas y privadas, encargadas de promover la artesanía y el desarrollo turístico del Chaco.
Asimismo, el proyecto ayudó a establecer lugares adicionales para la venta de los artículos producidos por los artesanos en la Secretaría Nacional de Turismo, SENATUR, en el centro de Asunción, la capital del país. Gracias a ello, aumentaron todavía más las ventas y se fomentó el reconocimiento del valor cultural y económico de estas artesanías a nivel nacional; creando un círculo virtuoso que ayuda a unir a los artesanos indígenas del Chaco y a mejorar su calidad de vida.
*Mabel Barreto ha trabajado con Mingarã desde que la organización se estableció en el 2001. Tiene cerca de 20 años de experiencia trabajando en apoyo a los derechos, reconocimiento y desarrollo de los pueblos del Gran Chaco.
Margaret Francis, representante de la Fundación Interamericana para Paraguay y Argentina, contribuyó con este artículo.
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