Nacida en los Estados Unidos de padres haitianos, a menudo me encuentro entre culturas. Al crecer, era más probable que en las cenas de Acción de Gracias yo comiera diri ak djon djon – arroz cocido en caldo de hongos – que puré de papas. De hecho, nunca comí una comida tradicional de Acción de Gracias hasta que estudié en Suecia, años más tarde y compartí el feriado con otros estudiantes de Estados Unidos. Incluso entonces, el contexto aún no estaba del todo bien.
Al otro lado de mi división cultural, incluso con mis antecedentes haitianos puede ser difícil, a veces, comprender plenamente mi herencia, sin vivir en el país.
En cierto modo, sentirse asi es típico de los que venimos de familias inmigrantes. Sin embargo, yo siento que no quepo completamente en alguna de las dos culturas, porque siento lazos con ambas. Así que fue un placer especial cuando la conferencia de donatarios de la IAF, en marzo me dio la oportunidad de volver a Haití por primera vez en 13 años. La IAF ha patrocinado, durante los últimos años, este tipo de reuniones conocidas como «intercambios», donde los socios donatarios se reúnen para conocerse, compartir experiencias y aprender unos de otros.
Cuando llegué a Haití, la gente a mi alrededor me dio una calorosa bienvenida sin siquiera darse cuenta. Escuché a mi alrededor la hermosa lengua criolla que dio vida a las historias, chistes y proverbios que había oído toda mi vida. En camino a visitar los potenciales donatarios, la canción «Lakay» («Hogar») por el Combo Tabou estaba tocando en la radio. «Ala kontan m kontan aswe a m nan peyi m», cantaban («¡Qué feliz que estoy de estar en mi país esta noche!»). De alguna manera, sabían exactamente cómo me sentía. Después de decirle a un donatario lo mucho que disfrutaba estar de vuelta, lo resumió diciendo » Lakay se Lakay» (Hogar dulce hogar).
Lo más destacado de mi viaje fue interactuar con socios donatarios de la IAF dentro y fuera de la conferencia. Me sentí orgullosa de ver a mis compatriotas haitianos presentes en una variedad de temas que iban desde la salud hasta la agricultura, derechos de la mujer y mantenimiento de la paz, todo ello con un alto nivel de autoridad. Me preocupaba oír cuánto el cambio climático había dificultado la vida de muchos. La gente tenía que caminar millas para llegar a la fuente de agua más cercana y los cultivos no crecían porque las estaciones en que los agricultores siembran y cosechan ya no eran predecibles. Existe la preocupación de que comunidades enteras puedan desaparecer en los próximos 10 años.
Sin embargo, me alentó ver a los donatarios unirse para compartir historias, analizar situaciones, aclarar la información y elaborar estrategias para abordar algunos de estos asuntos. El intercambio fue un testimonio de los conocimientos y el poder presentes dentro de las organizaciones de base para crear un cambio positivo en sus comunidades. De hecho, esa es exactamente la razón por la que la IAF patrocina los intercambios de los donatarios: para crear espacios seguros en los que los socios puedan construir un sentido de confianza y comunidad.
Para mí, reconectarme con mis raíces fue un beneficio adicional. Agradezco a nuestros socios donatarios y al equipo de la IAF en Haití por nuestro tiempo juntos, por todas las lecciones que compartieron y por recordarme que, incluso después de tanto tiempo fuera, Haití sigue siendo mi hogar. ¡Lakay se Lakay!
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