Pocas personas se hubieran imaginado en los primeros días que la organización donataria de la IAF, Fundación Defensores del Chaco, se convertiría en una potencia dirigida por jóvenes, capaz de movilizar a pueblos enteros para hacer activismo a favor de sí mismos. Todo comenzó como un juego; literalmente, un juego de fútbol entre una docena de adolescentes en la esquina de una calle.
Muchas personas culpaban a los adolescentes ociosos por los muchos delitos menores que plagaban al vecindario de Chaco Chico, en las afueras de Buenos Aires, Argentina: pequeños robos, riñas, vandalismo… y muchos jóvenes con pocas oportunidades educativas y profesionales en su localidad realmente estaban en riesgo de ser atraídos al crimen organizado. El ex jugador de fútbol profesional Fabián Ferraro, que tenía poco más de veinte años, vio la desesperación y el deseo de pertenencia. Él organizó a los jóvenes en un equipo de fútbol, con un uniforme y un objetivo en común: ganar un campeonato distrital. Ganar algunas pequeñas victorias los hizo sentir invencibles, y su atención se dirigió a cambiar su ciudad para bien.
Ferraro exploró el concepto de fútbol callejero para promover el liderazgo de los jóvenes, la participación cívica y la resolución de conflictos. A diferencia del fútbol tradicional, el fútbol callejero incorpora una gama más amplia de jugadores, incluyendo a chicas, y los equipos establecen sus propias reglas y árbitros. Creó un espacio al que los jóvenes podían discutir sus problemas y encontrar soluciones juntos. “Es una escuela de civismo sin paredes”, explica Ferraro. Con el paso del tiempo, las familias enteras de los jóvenes se involucraron en una variedad de programas, que incluían actividades culturales, programas de defensa legal, estudios de planeación, reuniones para presupuestos participativos y foros vecinales.
Apoyo a la participación ciudadana y más respuesta de los gobiernos locales
La Fundación Defensores del Chaco era una candidata perfecta para recibir fondos de la IAF a finales de la década de 1990 y principios de la década del 2000, cuando la agencia se enfocaba especialmente en promover la participación cívica y la capacidad de respuesta de los gobiernos locales. Empezamos a financiar proyectos enfocados en aumentar el diálogo y la coordinación entre los ciudadanos, los funcionarios locales electos y el sector privado. El objetivo de este “desarrollo local” era fortalecer la capacidad de los donatarios para participar democráticamente en sus sociedades y, simultáneamente, capacitar a funcionarios de gobiernos locales para que colaboraran con los participantes en la ejecución del proyecto y de esta manera abrir espacios políticos de participación cívica.
No solemos pensar en el desarrollo de base como un deporte, pero el fútbol es una buena metáfora para describir el delicado equilibrio de competencia y cooperación entre los participantes en el proyecto, los funcionarios municipales y los actores del sector privado. Cuando tiene éxito, los logros individuales y la coordinación colectiva se combinan para producir resultados que benefician a todos.
En 2005 financiamos un proyecto que unió a Defensores y a otras dos organizaciones que eran socias donatarias, así como a docenas más, para capacitar a más de 3,000 jóvenes argentinos en resolución de conflictos y en el ejercicio activo de sus derechos como ciudadanos. La iniciativa aprovechó una historia sólida, pero latente, de participación democrática en la región aledaña a Buenos Aires a partir de mediados de la década de 1980. A medida que se fueron implementando reformas democráticas a nivel nacional, las mismas expectativas de rendición de cuentas comenzaron a manifestarse en la cultura política y en el aumento de la participación cívica local de las comunidades.
Defensores unió a las organizaciones comunitarias que esperaban resultados y a los funcionarios públicos ansiosos de obtener recompensas electorales. Juntos crearon espacios que cultivaron las habilidades de liderazgo de los jóvenes, mejoraron sus comunidades y promovieron la cooperación en una gama de proyectos, desde pavimentar calles y reparar luminarias hasta mejorar las oportunidades educativas. Al movilizar la participación de 11,000 residentes para que participaran en diálogos sobre presupuestos participativos, los jóvenes de Chaco Chico lograron la aprobación de una ordenanza municipal que dedicaba una parte del presupuesto municipal a financiar proyectos de infraestructura locales, dirigidos por los residentes.
Democracia en acción
En 2014, el ex vicepresidente de la IAF Patrick Breslin analizó cómo ocho iniciativas de ex donatarios de Centro y Sudamérica, incluyendo la de Defensores, habían expandido la participación cívica. O, como lo expresó Breslin, cómo “el potencial democrático emergente a nivel de base de toda la región podría conectarse con el escenario político, lo que debería volver a los gobiernos mejores, más accesibles, más conectados con sus ciudadanos”.
Al finalizar el financiamiento de la IAF, Defensores enfrentó constantes desafíos que amenazaron con descarrilar su progreso, desde obstáculos burocráticos, la oposición de los funcionarios gubernamentales locales para aceptar la participación pública ampliada, y la desconfianza de las organizaciones comunitarias ante la posibilidad de ser utilizadas por funcionarios para beneficiarse políticamente. Breslin concluyó que dos características habían ayudado al proyecto de Defensores a sostener su impulso con el paso del tiempo, pese a estos obstáculos:
- Primero, los participantes adquirieron conocimientos tan amplios sobre los derechos ciudadanos que solamente necesitaron asesoramiento legal ocasionalmente, o en casos específicos.
- Segundo, siguieron impartiendo capacitación constantemente para mantener a los ciudadanos y los funcionarios gubernamentales locales enfocados en los presupuestos participativos.
Partiendo de unos cuantos adolescentes pateando un balón en la esquina de una calle, Defensores echó a rodar una pelota que eventualmente involucró a un total de 30,000 ciudadanos para tomar decisiones en conjunto, como pueblo. Breslin observó una “profunda democratización” entre los participantes jóvenes: “Muchos de los jóvenes han cambiado las trayectorias de sus vidas de maneras que fueron claramente estimuladas por las experiencias participativas, el trabajo colectivo, la capacitación y el compromiso que promovió el proyecto”. Cuando los fundadores originales sintieron que se “estaban haciendo viejos” para dirigir una organización de jóvenes, pasaron la antorcha a los líderes jóvenes que habían capacitado. Después crearon la Fundación Fútbol para el Desarrollo, una socia donataria actual de la IAF que promueve el fútbol entre los jóvenes como un vehículo para el desarrollo positivo de la juventud en Latinoamérica y el Caribe. Al igual que en unos pocos años, el fútbol callejero se convirtió en un fenómeno internacional.